La censura y la cultura en una realidad orwelliana
En un mundo donde el pensamiento único y la corrección política nos arrastran, de manera ineludible, hacia la apatía y la ignorancia, nos encontramos en una encrucijada crucial para nuestra libertad individual. Cada libro que permanece cerrado, cada creador de contenido que se sumerge en el abismo de la duda y el miedo, impulsado por leyes opresivas y un estado cada vez más controlador, nos acerca a una era de oscuridad y desolación.
No se trata solo del miedo y la amenaza que, durante décadas, nos han empujado a expandir nuestras líneas rojas. Constantemente, las figuras del poder, que se nutren de nuestra esencia para sus fines espurios, nos rodean, tratándonos como ganado dócil e ignorante, listo para ser acorralado. Sin darnos cuenta, al voltear, descubrimos que somos menos, que algunos ya han sido llevados al sacrificio. Nos hemos convertido en ganado, sin escapatoria a nuestro destino predeterminado.
Como escritores de ciencia ficción y fantasía, recae sobre nosotros la responsabilidad de despertar a la sociedad, tanto en el plano subconsciente como en el consciente. Nuestra misión es provocar la reflexión, otorgándonos un don que también se convierte en nuestra maldición. En el torbellino de la cotidianidad, con sus innumerables preocupaciones, nadie más asumirá esta tarea.
A través de nuestras líneas, quizás algo nuevo pueda germinar en el interior de cada individuo, más allá del desplazamiento mecánico en pantallas y la trampa de las redes sociales o los medios de comunicación tradicionales, que nos empujan hacia la tiranía del algoritmo, haciéndonos creer en la ilusión de tener siempre la razón, o hacia una uniformidad de pensamiento.
Somos prisioneros de nuestra propia inercia, y cuando el último hombre y la última mujer se rindan a la extinción, será demasiado tarde. Nuestra labor es evitar este destino, guiando las mentes hacia universos donde estas tragedias ya se han manifestado o están por ocurrir, mostrándoles un reflejo de su sombría realidad en futuros abrumadores. Pero esto solo será posible si deciden empuñar la herramienta más poderosa que existe: la lectura.