La llama negra del Eternum: nacimiento de una saga inmortal
La oscuridad no es el final. A veces, es solo la antesala de algo inmenso, de una revelación que consume la razón y exalta el espíritu. Así comienza La Senda de las Estrellas, la sexta gran serie del universo del Continuus Nexus, una obra que no solo abre nuevas rutas en la vasta cosmografía de Tolmarher, sino que ofrece al lector una experiencia total: la de contemplar el nacimiento del mito en su forma más pura, más terrible… y más verdadera.
El primer libro de esta nueva saga, Cazador de Demonios, no es una introducción. Es una advertencia. En sus páginas se siembra la simiente de una epopeya que cambiará para siempre el mapa del Eternum, un espacio estelar devastado tras la Conjunción Infernal, donde los sueños de civilización se arrastran entre las ruinas de imperios muertos y dioses olvidados.
Kynes, el rōnin, es el portador de esa advertencia. Su figura solitaria y espectral, envuelta en polvo, ceniza y acero, atraviesa el relato como una sombra sin dueño. Es el último Cazador de Demonios, marcado por una orden extinguida, portador de una espada vampírica forjada por el Khabal y condenado a la eterna tentación de su arma consciente: Abaddón. Lo que persigue no es redención, ni venganza, ni paz. Persigue el Ojo del Khaos, y con él, la posibilidad de destruir aquello que lo consume desde dentro.
En paralelo, tres jóvenes de Nod —Diante, Cleona y Esquilo— viven el despertar de un destino largamente postergado. Hijos de Tales, el descubridor del Explorador Oscuro, representan las nuevas generaciones de un pueblo que ha aprendido a sobrevivir saqueando el pasado. Lo que no saben es que su linaje es mucho más que arqueología o legado: es el nexo perdido entre la humanidad post-Conjunción y los exomantes primigenios.
La novela no relata una aventura, sino el desgarro del alma de una civilización al borde del abismo. Cleona se convierte, literalmente, en la primera víctima del misterio que rodea el exoportal. Su transformación y muerte es uno de los momentos más sobrecogedores y simbólicos de toda la obra de Tolmarher: una metáfora de lo que ocurre cuando se excavan las ruinas del Khaos sin comprender el precio.
Esquilo, el menor, el que parecía destinado a quedar en la sombra, emerge como figura clave. Portador del gen exo en su variante verdosa —la más rara y poderosa—, es el único capaz de activar la ruta hacia el Explorador Oscuro. Su camino, sin embargo, está atravesado por el odio, la pérdida y la duda. ¿Puede un niño convertirse en guía de su pueblo cuando su corazón está herido? ¿Puede cargar con el peso de una promesa ancestral y de una espada que no empuña, pero que lo ha elegido?
La Senda de las Estrellas comienza en las profundidades de un planeta olvidado y termina… en un portal que se apaga para siempre. Lo que hay al otro lado no se revela todavía, pero sabemos que hay treinta y tres almas —los elegidos de Nod— cruzando hacia la negrura, guiados por un rōnin maldito y un niño marcado por la muerte.
Los siguientes libros de la serie, ya en preparación, nos llevarán a través del Eternum en una odisea estelar sin parangón. Allí, el Explorador Oscuro recorrerá la red de anomalías, enfrentando a su tripulación a los restos de civilizaciones extinguidas, horrores surgidos del Khaos, y revelaciones que pondrán a prueba el alma humana. No habrá descanso. No habrá retorno.
Esta no es una saga para los débiles de espíritu. Aquí no encontraréis esperanza ingenua ni redenciones fáciles. Cada palabra escrita en esta nueva serie está tejida con los hilos de la tragedia y el misterio, de la sangre y la estrella. Y cada personaje es un reflejo de nuestra oscuridad más profunda, esa que a veces, solo en la ficción, nos atrevemos a mirar de frente.
Si has leído Crónicas de Aqueron, si has viajado con los exiliados de La Pureza, si te estremeciste con Khaos y Oscuridad, La Senda de las Estrellas es tu siguiente destino. No porque continúe lo anterior, sino porque lo trasciende.
En esta nueva travesía no hay mapas, solo astillas de revelación. No hay héroes, solo condenados. No hay futuro, solo la promesa incierta de una nave dormida, que aguarda ser despertada por un exomante, por un acto de voluntad.
¿Estás preparado para seguir la senda?